Morituri te salutant (IX)

A Itzi (@itzitxu), por ser ella quien me ha dado la idea.

¿Cuántos metros útiles tiene? Sí, muy bonito… sí, amplio también. ¿Cuántos años dice que tenía? ¿Y la fachada está arreglada? Ah, también el tejado. Interesante… Sí, sí, le entiendo, claro. ¿Y cuánto decía que pagaban de comunidad? Sí, sí, lógico. Se ve que es fresquito… y amplio, sí, de verdad, es amplio… Estaba hasta el pitorro de la boina de visitar pisos. Veía el anuncio, llamaba, quedaba con el propietario y a ver el piso. Y entonces comenzaba la misma cantinela de cada visita. Todas las viviendas eran amplias, luminosas, frescas en verano y cálidas en invierno. Una maravilla, lo mejor de lo mejor. Eso sí, ninguna le convencía. Todas eran carísimas para lo cutres y viejas que eran.

Pero aquel apartamento era diferente. Le gustaba. Era amplio, muy amplio. Tenía cuatro habitaciones, dos baños, terraza, garaje y trastero. ¡Y tenía un precio razonable! ¡No lo podía creer! ¿Dónde estaba el truco? Incluso el dueño era genial. Un hombre de mediana edad, simpático, elegante, atractivo. Le llamó la atención cómo dominaba el arte de la conversación. Debía de ser vendedor. Seguro. Lo tenía embelesado, le estaba metiendo el piso por los ojos. Pero es que el piso era el mejor que había visto hasta el momento. ¡Y con garaje y trastero! Y, además, amplio. Muy amplio.

-¿Quiere ver el trastero?

-Sí, por favor.

Los trasteros de la vivienda estaban en la planta -2. Bajaron en el ascensor. Estaba convencido. Ese era el piso. Tenía que comentarlo con Itzi, pero estaba convencido. Y encima amplio. Con lo que les gustaban las casas grandes. Llenarían las paredes de estanterías para guardar todos sus libros.

El ascensor se abrió y frente a ellos apareció una puerta roja.

-Los trasteros.

La puerta se quejó con un chirrido metálico según se abría.

-Necesita un poco de aceite.

Los dos rieron mientras descendían las escaleras que llevaban al pasillo de los trasteros. El pasillo era largo y, a cada lado, estaban las puertas. Mientras lo recorrían una de las puertas se entreabrió y por ella asomaron dos ojos expectantes. «Es el vecino del cuarto», le comentó el dueño, después de abrir la puerta de su trastero. «Es un hombre extraño, pero inofensivo».

El trastero de la vivienda estaba sin pintar, tenía algo de humedad y su bombilla no funcionaba pero, por lo demás, era perfecto.

-Alguien ha debido de tocar los fusibles. Ayer funcionaba. Espérame un momento, que ahora vuelvo.

Y se marchó. Me encanta. Es el piso perfecto. El trastero necesita una capa de pintura y listo, a llenarlo de cosas. A Itzi le iba a entusiasmar. Este era el piso. Amplio y luminoso. Muy amplio.

De repente, la luz se apagó, la luz de todo el pasillo, y se sumió en la oscuridad.

– ¿Oiga?

No recordaba su nombre. Tampoco veía nada. Y no se oía nada.

-¿Está ahí? Se ha ido la luz.

Silencio.

Avanzó por el pasillo con cuidado, guiándose con las manos. Alcanzó las escaleras sin problemas y las subió lentamente. Pero la puerta estaba cerrada. La empujó con fuerza. Pero no se movía.

-¿Oiga?

Buscó la manilla desesperadamente. ¡No me puede estar pasando esto a mí! Pero la puerta no tenía manilla. Ni cerradura. Estaba rodeado por la más absoluta oscuridad, en medio del silencio, en el sótano, en el pasillo de los trasteros. Solo. Hasta que el silencio lo quebró una puerta que crujía a sus espaldas, abajo, en el pasillo, y unos pasos, decididos, que se acercaban, que subían por las escaleras, y unos ojos que lo observaban, en medio de la tiniebla, en medio de aquellas escaleras, de aquel pasillo, estrecho.

Muy estrecho.

Fuente de las fotografías:

Acerca de Guillermo Gómez Muñoz

Soy profesor de Lengua Castellana y Literatura, y de Latín en el colegio Claret Askartza de Leioa.
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5 respuestas a Morituri te salutant (IX)

  1. @itzitxu dijo:

    Mila esker! Te ha quedado de miedo 😉

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  2. ¡Qué ilu! ¡Gracias!RT @cometa23: @itzitxu Este Morituri va por ti 🙂 http://t.co/rjkGHpBb

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