Dado que las clases de español demuestran mayoritariamente que un alumno puede vivir perfectamente sin los pronombres de Objeto Directo y Objeto Indirecto, creo que sería razonable plantearse su exterminio.
Deberíamos ser buenos profesores y plantear, ante las autoridades académicas encargadas de la elaboración del diccionario, un juicio sumario, con escasas garantías legales, juzgado popular convenientemente domesticado y abogado defensor claramente alineado con la fiscalía. Eliminaríamos un quebradero de cabeza y unas cuantas unidades de los libros de texto, con el magnífico ahorro de papel que ello supondría y la considerable reducción del gasto en paracetamol, ibuprofeno y diversos ansiolíticos recetados universalmente a los estudiantes de lenguas.
¿Pero cómo hacerlo? Sencillo. Primero juzgaríamos a los pronombres de Objeto Directo. Total, si ya casi todos somos leístas, al menos por estos lares, por qué no serle ya definitivamente. Les acusaríamos de vagos, maleantes y capitalistas supinos. En definitiva, lo importante es la persona, así que prescindir de estos símbolos de la propiedad más rancia sería una victoria. Les traeríamos a la plaza del pueblo, les insultaríamos, les maniataríamos y, frente al alcalde, Belén Esteban y demás autoridades públicas y notorias, les daríamos matarile, rile, ri. Sería su fin. Agur. Bon voyage!
Después de un tiempo sin ellos, seguramente descubriríamos que la vida es más sencilla, más satisfactoria, con menos problemas. Y nuestros estudiantes ganarían horas de vida, horas de ocio, horas de libertad. No les echarían de menos, serían una hoja negra de nuestra reciente historia. Nada más. Y muy pronto serían olvidados.
Ese sería el momento idóneo para comenzar el siguiente juicio: el de los pronombres de Objeto Indirecto. Nuevamente amañaríamos el proceso y sentaríamos a los pronombres frente a sus acusaciones. Escándalo público, esnobismo, comunismo. ¡Rojos, que sois unos rojos! ¿A quién se ocurre adueñarse de la propiedad, poner a la persona en el centro? Y juzgaríamos. Y condenaríamos. Y ejecutaríamos. De nuevo, en la plaza pública. Llevaríamos al centro. Apenados, malolientes. Y frente al pueblo, mataríamos, haríamos desaparecer.
¡Qué inmensa alegría en ese instante! ¡El mundo libre de esos indeseables! Menos unidades didácticas, menos paracetamol, más árboles en los bosques. Y respiraríamos aliviados. Y empezaríamos a hablar sin ellos. Frases, al principio, extrañas, pero ya nos acostumbraríamos. O eso diríamos. Con la duda entre ceja y ceja. Empezando a pensar que tal vez no fuera tan buena idea acabar con ellos. Juzgar a los pronombres de Objeto Directo y Objeto Indirecto. Condenar a los pronombres de Objeto Directo y Objeto Indirecto. Ejecutar a los pronombres de Objeto Directo y Objeto Indirecto. Quizás hubiera sido mejor acabar directamente con esos objetos. Y dejar. Morir. Por economía lingüística. Por el Amazonas. Por la reducción del gasto farmacéutico. Simplemente, por ti.
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Jajaja! Bravo @cometa23 ! Me he echado unas risas 😀 http://t.co/dVn6kyn7ct
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