Lo tenía que haber intuido, maldita sea. Parecía un novato. Una llamada, en medio de la noche. Una voz tranquila. Ahí estuvo su error. Esa voz femenina, demasiado tranquila, demasiado sugerente. Ni se lo pensó: acudió enseguida.
Pero lo tenía que haber intuido. Un caso tan complejo no podía solucionarse con una llamada anónima. Eso solo pasaba en las películas. Once cadáveres, completamente mutilados. Once jóvenes, en la plenitud de la vida, brutalmente asesinados. No podía ser tan fácil.
Y evidentemente, no lo era. Una trampa, una burda y simple trampa. Cazado como un ratoncillo en una ratonera. Así fue. Un parque sombrío, en medio de la noche, y una mirada que lo espera, agazapada tras unos arbustos. Y que lo aborda, que lo golpea, con fuerza, con mucha fuerza, lo golpea. Y su cuerpo cae.
Es lo último que recuerda: un dolor agudo en la cabeza. Y sombra.
Por eso, cuando abre los ojos, le sorprende verse maniatado, pero enseguida le vienen a la mente el parque, los pasos a su espalda, el dolor agudo. La cabeza está a punto de estallarle, pero la rabia que lo inunda maquilla el dolor. Maniatado, tumbado y aturdido contempla su cuerpo impotente. Por primera vez en la vida, se siente débil, se siente inútil.
Sabe lo que viene después. Sabe a quién se enfrenta. Ese cabrón no falla. Nunca deja heridos, solo cuerpos desmembrados. Esa es su marca. Pero ¿esa voz femenina? Lo desconcierta. En la investigación nunca se barajó la hipótesis de que tuviera una cómplice. No podía ser. Hubiera habido alguna pista, alguna huella. Pero nunca apareció ninguna. Tenía que trabajar a solas.
Por eso le desconcierta oír a su espalda unos tacones -no puede ser- que se acercan.
– ¿Sorprendido?
No sabe qué contestar. La conoce. La conoce muy bien. Solo es capaz de susurrar:
-Te… atraparán…
Ella se acerca a su oído. Nunca la ha sentido tan cerca. En la comisaría cada uno ocupaba su despacho y siempre habían mantenido las distancias. Tanta cercanía le hace estremecerse.
– Lo dudo. – le susurra al oído. – Todos saben que estás muy obsesionado con este asesino en serie. Tan obsesionado que hace semanas que no duermes.
Era cierto, hacía semanas que no dormía más de dos horas.
– A nadie le sorprenderá un cóctel fatal de pastillas y alcohol.
Era cierto, a nadie le sorprendería.
– No morirás como un héroe, sino como un vulgar detective al que superó la presión.
No sabe qué contestar. Por primera vez en su vida, se siente impotente. Solo es capaz de susurrar:
– Te… atraparán…
Fuente de la fotografía: Night Stroll de Michael Pick.