Para Ana, porque le gustan mis morituri cuando tienen colores.
Siempre te espero a mi espalda. Como puñalada azul. Como mano gris sobre mi boca. Como disparo añil en mi nuca. Como cuerda roja en mi garganta. Pero nunca estás.
Siempre te espero a mi espalda, cuando entro en mi coche púrpura, me siento y miro por mi retrovisor áureo. Siempre espero verte ahí sentado, mirándome sonriente, irónico. Con tu sonrisa amarilla. Pero nunca estás.
Siempre te espero a mi espalda, cuando busco las llaves de mi portal marrón en mi bolsillo ámbar, a mi espalda, tus manos grises cubriendo mi boca blanca y arrastrándome hacia la negra sombra. Pero nunca estás.
Siempre te espero a mi espalda, cuando salgo del ascensor violeta y me dirijo a la puerta fucsia de mi casa. Y saco mis llaves plateadas, miro de reojo, no hay nadie, y abro la puerta fucsia de mi casa. Y entro y allí apareces, como una exhalación turquesa e introduces tu pie salmón entre mi puerta fucsia y su marco esmeralda. Y me sonríes, irónico. Con tu sonrisa amarilla. Pero nunca estás.
Pero aparecerás. El día menos pensado, aparecerás, a mi espalda, cuando menos me lo espere. Con tu sonrisa amarilla y tu puñal azul y tu mano gris y tu disparo añil y tu cuerda roja en mi garganta.
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Fuente de la fotografía: Paleta II por Paco Segovia.
Profesor en apuros: Morituri te salutant (XIX) http://t.co/rMytZ9fL
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