A Pe, porque me ha dado la idea, aunque no se haya dado cuenta.
Otra vez a las puertas. Como aquella mañana. La misma hora. El mismo lugar. La misma prisa.
Unas puertas que se abren como fauces.
Hace frío. Fuera.
Llueve. Como aquella mañana. Como aquel día.
Camina errático. No sabe adónde debe ir. Aquella mañana también estaba perdido. Aquella llamada de teléfono. Aquella voz trémula. Es difícil caminar seguro por el pasillo de un hospital cuando no esperas nada bueno. Cuando solo quieres que la vida siga siendo igual que ayer. Igual que antes de esa llamada que la ha interrumpido.
Las paredes se avalanzaban sobre su camino. Aquella mañana. Aquel día. Solo veía caras serias, ojos tristes, manos insensibles. Personas con batas grises que no lo miraban, que simplemente pasaban a su lado. Sin rozarlo, sin sentirlo.
– ¿Urgencias? – se atrevió a preguntar.
– Al final del pasillo – le contestaron. – A la derecha.
Aquella mañana de enero. Al final del pasillo. Hace apenas un año. A la derecha. Donde un corazón se para y unos ojos se cierran. Antes de que llegue a verlos, por última vez. Sus ojos pero en otro cuerpo. Un cuerpo que arrastraba veinte años más de desilusiones, media docena de desencantos y cuarto y mitad de desesperanzas. Adiós, fue lo único que pudo decir. A un cuerpo frío y distante.
Un año después, también llovía. Fuera. Mientras, la mirada errática, trataba de averiguar hacia dónde tenía que ir. Las paredes, las batas, las caras, todo le recordaba a aquella tarde. Las manos insensibles.
– ¿Maternidad? – preguntó nervioso.
– Al final del pasillo – le contestaron. – A la izquierda.
Y giró a la izquierda.
Atrás quedaron aquella mañana, hace apenas un año, y los ojos que no miran y las batas grises y las caras serias y los ojos tristes. Delante, un pasillo de paredes blancas, batas de colores y manos diminutas.
Gritos de dolor seguidos de lágrimas. Lágrimas llenas de vida.
Fuente de las fotografías:
Al final del pasillo, de @cometa23 – http://t.co/nUvh2iIj
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