Yo venía a hablar de mi… sidra

Ayer me compré una impresora 3D. Llevaban tiempo mis amigos diciéndome venga, anímate, cómprate una, te va a encantar. Y yo que soy bastante dúctil me dejé convencer. Suele pasarme. Me cuesta decir que no. Mi mujer todavía recuerda la vez que me vendieron tres barricas de sidra. La culpa la tuvo mi jefe. Llevaba semanas comiéndome la oreja.

—Es lo mejor. Tienes el mejor vino en casa. Fresquito y listo para beber.

Me convenció. Mi mujer se olía el desastre. Cada tarde me lo preguntaba: «¿Ha pasado algo en el trabajo?» Y yo le contestaba con una nueva pregunta: «¿Por qué lo dices?» Ella odia que le conteste preguntando.

—No te hagas el longuis. Estás muy ronco últimamente. Especialmente, por las tardes.

small__8260285243Yo no sabía cómo ocultarlo así que ensayaba la mejor de mis sonrisas, le daba un beso furtivo en la mejilla y le contestaba con un aséptico ya sabes, mucho trabajo.

Hasta que llegaron las barricas.

En cualquier caso, hoy no quería hablaros ni de mi mujer ni de mis barricas. Aunque vaya barricas… Teníais que haberlas visto. Casi no cabían en el camión. Duelas de madera sintética, pero muy lograda; flejes de un hierro roñoso y oxidado, que le daban a las barricas un exquisito aspecto antiguo; un grifo para escanciar el cáliz, con ribetes dorados y angelotes con rubíes en los ojos. Magníficas. Las barricas eran magníficas. Pero cuando las vi allí delante, frente a mí, aparcadas por el repartidor junto a mi buzón, bloqueando las escaleras, me entró la taquicardia. Qué iba a hacer yo con tres barricas de sidra de 250 litros cada una. Si a mí me gusta el txakoli. Qué complejo es no saber decir que no. ¿Y mi mujer? ¿Qué diría? Pondría el grito en el cielo. Ya te han liado otra vez. Nunca aprendes.

Lo mismo me ocurrió ayer con la impresora 3D. Porque ayer me compré una impresora 3D. Vaya trasto. Increíble. Casi tanto como las tres barricas de sidra que aquel día aparecieron junto a mi buzón, bloqueando las escaleras. Por suerte, a mi querida vecina del segundo no se le ocurrió aquel 23 de octubre salir de casa. Tampoco a mi mujer. Aunque no hizo falta. En cuanto crucé la puerta de casa:

—¿Has bebido?

Y no pude mentirle:

—Todavía no.

Y se lo conté. Todo. Con pelos y señales. Como ayer le conté la historia de la impresora. Desde el principio. Y claro, se enfadó. Normal.

—Eso no sube a casa. Además, que no tenemos sitio.

Así que decidí bajarlo al trastero. Pero solo y sin ayuda, mover aquellas moles, con 250 litros cada una, era casi imposible. Tracé un protocolo detallado, antes de caer en la temible improvisación, y decidí que lo mejor era hacerlas rodar por la cuesta del garaje, tras probar que era imposible meterlas en el ascensor. En cuanto lo intentaba, la alarma de sobrepeso se volvía loca y, por una razón que desconozco, activaba la alarma de incendios y los aspersores me duchaban. Lo que no calculé, en mi detallado protocolo, fue cómo detener las barricas cuando la inercia de la cuesta las hiciera rodar. Y así comenzó el desastre. Frenar no una sino tres barricas, repletas de sidra, desmelenadas y ebrias, a no menos de 50 kilómetros por hora y cuesta abajo, es una tarea divertida. Para el espectador, no para el improvisado piloto.

El resultado fue el obvio: la primera barrica se estampó contra el coche del presidente de la comunidad; la segunda tropezó con una columna y se detuvo en medio de la cuesta, bloqueando la entrada y la salida de vehículos; y la tercera y última chocó con una moto que salía a toda velocidad, explotó, embadurnó la motocicleta de sidra fresca y provocó unos espectaculares fuegos artificiales que hicieron las delicias de los niños del barrio.

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Desde aquel día, cada 23 de octubre se celebran las fiestas de la sidra en mi vecindario, con gran afluencia de turistas extranjeros y baserritarras locales, que tras el festival suelen emigrar a latitudes más gélidas y septentrionales embelesados y embelesadas por los encantos de los turistas suecos que nos visitan. El Gobierno Vasco se planteó, el año pasado, prohibir nuestras fiestas populares, ante el peligro de que se vaciaran los baserris y no hubiera manos suficientes para el cultivo de la tierra. Sin embargo, la providencial intervención de nuestro alcalde, firme defensor de nuestro festival dado el turismo que atrae a la villa, lo salvó, aunque el Lehendakari impuso limitaciones de edad a los baserritarras asistentes. Desde entonces, solo pueden asistir las mujeres y varones mayores de cuarenta. Para evitar la fuga de cerebros —dijo el Lehendakari desde Ajuria Enea— y no agravar el conflicto vasco de la búsqueda de pareja.

Aquel primer 23 de octubre, mi mujer se enfadó conmigo por el desaguisado del garaje. El disgusto prometía enquistarse durante meses pero, cuando vio que el vecindario no tomaba represalias contra nosotros, se fue enfriando. Al final, todos quedaron contentos: la juventud del barrio, porque la barrica que sobrevivió —la que bloqueaba el garaje— los nutrió de sidra gratuita durante varios fines de semana; el presidente de la comunidad, porque ya no había excusa posible para no cambiar de coche; el vecindario, porque con el festival de la sidra por fin estábamos en el mapa; y mi mujer, porque me había deshecho de las tres barricas que me vendió mi jefe.

Meses después, este me preguntó:

—Guillermo, ¿qué tal la sidra? ¿Buena, verdad?

Aquel día me di cuenta de que no había llegado a probarla. Así que no pude más que contestar:

—Explosiva, jefe. Explosiva.

En cualquier caso, yo os estaba contando que ayer me compré una impresora 3D. Pero esta historia ya la terminaré mañana. Se me hizo tarde.

Fuente de las fotografías:

Barricas

Fuegos artificiales

Acerca de Guillermo Gómez Muñoz

Soy profesor de Lengua Castellana y Literatura, y de Latín en el colegio Claret Askartza de Leioa.
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5 respuestas a Yo venía a hablar de mi… sidra

  1. IRIA dijo:

    Guillermo, me ha encantado. Muy bien escrita y muy fresca, como la sidra.
    Nos vemos en BCN.

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  2. Yo venía a hablar de mi… sidra http://t.co/gajUErbYHS vía @cometa23

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  3. Iñaki Murua dijo:

    Pero qué prolífero estás. ¿Te inspira la próxima paternidad?

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