Cruzamos la mirada cada día. A la misma hora. Yo subo a comer. Tú no sé adónde bajas. Son apenas dos segundos. Tú, con tu traje exquisitamente planchado; tu corbata de seda. Yo, con mi camisa arrugada, después de una mañana de trabajo; mi falda vaquera. Nos cruzamos cada día. Tú bajas. Yo subo. Apenas dos segundos. El tiempo exacto que yo tardo en levantar la mirada del suelo y cruzarme con la tuya. El tiempo exacto que tú tardas en darte cuenta de que unos ojos te buscan. Solo dos segundos. No nos saludamos. No nos conocemos. Solo nos cruzamos. Nos reconocemos. Yo no sé nada de ti. Tú no sabes nada de mí. Calculamos si vamos tarde según dónde nos encontramos. Y seguimos andando. Sin mirar atrás. Sin saludarnos.
Por eso, ayer, cuando no nos cruzamos, me sentí extraña. Un poco sola. Un poco preocupada. Primero pensé que llegaba tarde a comer, pero no era cierto. Luego barajé la posibilidad de que estuvieras enfermo o hubieras salido antes de casa o tuvieras algo urgente que terminar en el trabajo. Lo pensé un segundo y no le di más vueltas. Seguí caminando.
Pero anoche, cuando encendí la tele y vi tu imagen en el informativo, me preocupé, en primer término. Efectivamente, te había pasado algo. Me escandalicé, de seguido. Habías matado a alguien. Y me horroricé, por último. La policía te había detenido como principal sospechoso de los crímenes del parque de los patos. La única superviviente te había reconocido. Una chica joven, como yo. Morena, como yo. De ojos oscuros y piel tostada, como yo.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando vi tus ojos en el informativo. Me miraban. Los mismos ojos con los que me cruzaba cada mediodía. No me reconocían. Los mismos ojos que vieron las doce mujeres que aparecieron brutalmente asesinadas en el parque. No me saludaban.
Hoy, cuando volvía a cada, a mediodía, tampoco nos hemos cruzado. Yo subía la cuesta. Tú estarías en comisaría. Sin embargo, te he tenido muy presente. He visto tu traje azul marino, tu corbata de seda. Tú bajabas a no sé dónde. Yo subía a comer. Y he sentido cierta ausencia en mi camino. Vacío sin tus ojos esquivos y dominantes. Y cierta angustia. Tus pasos firmes. Tus manos grandes. Y cierta melancolía. Tu puntualidad británica.
También he sentido cierto alivio.
Fuente de la fotografía: Hair Tuareg
RT @cometa23: Profesor en apuros: Morituri te salutant (XXIII): Anónimas miradas cotidianas http://t.co/fSrT2Bpefs
Me gustaMe gusta
En el último morituri de @cometa «los crímenes del parque de los patos» ¿Comienza una saga?
http://t.co/mns77HpNm3
Me gustaMe gusta