Este libro de Francisco Umbral ya se merece una segunda entrada en el blog. Entre todo el preciosismo de su prosa y los mil adjetivos que usa para cada sustantivo, se cuelan reflexiones de lo más acertadas sobre el mundo. El otro día recogía una sobre la adolescencia. Hoy toca una sobre la vida en sí.
«Por el contrario, había temporadas, en el buen tiempo, en que la tentación no era el cine, sino el monte, aquel monte al noroeste de la ciudad, un sitio adonde me habían llevado mucho de niño, y adonde yo gustaba ahora de pasear mis soledades de poeta, pues el adolescente vuelve sobre los pasos del niño que ha sido, que acaba de ser, haciendo así una nueva lectura de la niñez, del mundo de la niñez, y viéndolo todo a otra luz, de otra forma, con ese revisionismo constante que es la vida, y que consiste en hacer siempre las mismas cosas, pero creyendo que hacemos otras. Luego, el adulto relee o revisa la vida del adolesccente, y el maduro la vida del joven, y el viejo la vida entera, y el hombre está repasando siempre el libro de su vida, en el que todos leemos, pues lo vivido se va tornando novela, el pasado se consagra solo y nos va consagrando.»
Estas líneas me han recordado a un poema de Benedetti que siempre me ha encantado: Pasatiempo.
«Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existíaluego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabraya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otrosahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.»
Lecturas de verano: Las ninfas http://t.co/SOKfp1chMq #profesordeeleenapuros
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