Cada vez que daba un paso, miraba hacia atrás para comprobar que lo que dejaba a su espalda merecía ser olvidado. Tras unos cuantos pasos en el camino, la tortícolis y el mareo fueron insoportables.
Con el tiempo comprendió que los pasos o se daban hacia delante, con todas las consecuencias, o no se daban. Y lo puso en práctica.
Sin embargo, nunca fue capaz de evitar el vértigo, ante un nuevo paso, y la nostalgia, en el pecho y la garganta, ante todo lo que dejaba a su espalda.
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Fuente de las fotografías:
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