Mi máscara de profesor o cómo me disfrazo al entrar al aula

Antes de vacaciones, de camino a clase, hablaba con una compañera sobre nuestra forma de ser dentro del aula. Esa semana habíamos tenido a estudiantes en prácticas observando nuestras clases y también impartiendo alguna hora. Y después, tuvimos una tutoría con ellos para dialogar sobre sus impresiones en el aula y aportarles nuestro feedback. Mis alumnas en prácticas estuvieron muy nerviosas, se les notaba en cada gesto, aunque consiguieron que los nervios no las dominaran. Luego, durante la tutoría, hablaba con una de ellas sobre esos nervios. Yo le decía que con la experiencia van desapareciendo y solo reaparecen en momentos puntuales. En mi caso, el primer día que empiezo con un grupo nuevo: siempre parezco un niño con zapatos nuevos. Pero ella no se convencía porque creía que iba a ser incapaz de controlarlos.

Esta experiencia de tutorizar a otros en su proceso de formación como profesores me ha parecido muy enriquecedora porque me he visto reflejado en los alumnos a los que observaba dar clase y estoy seguro de que he aprendido más yo que ellos. Además, al hilo del diálogo sobre los nervios al entrar al aula, me he dado cuenta de que, cuando entro en mi clase (además, casi siempre es la misma, por lo que casi la considero mía, mi tesoro), me transformo. A ver, entendámonos. No es que cambie y sea una persona diferente, pero sí que me pongo una careta de profesor, una máscara en la que se muestra mi yo más divertido y chistoso. Porque, tal y como hablaba con mi compañera de camino a clase, dentro del aula hacemos hasta gracia, y eso que somos personas relativamente serias.

Pero no sé qué tiene el aula que, según cruzas el quicio de la puerta, te transforma, para bien o para mal, porque hay de todo, pero te transforma. Estoy convencido de que es algún tipo de fuerza oscura, primitiva y visceral. En mi caso, consigue hacerme gracioso y subraya mi paciencia.

Y a vosotros, ¿también os transforma el aula? ¿De qué forma?

Fuente de la fotografía: Mask @ Parent’s de adriagarcia

Acerca de Guillermo Gómez Muñoz

Soy profesor de Lengua Castellana y Literatura, y de Latín en el colegio Claret Askartza de Leioa.
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5 respuestas a Mi máscara de profesor o cómo me disfrazo al entrar al aula

  1. Iñaki Murua dijo:

    Cuando era al tiempo director y profesor, me decían los alumnos y alumnas, pasado un tiempo jeje, que eran como dos aspectos de mi persona 😉
    Y los nervios… como si fuese una actuación 🙂
    De todas formas, apuntar que aunque en ELE (o procesos de E-A de L2) quizá no tenga tanto peso, puede ser un peligro lo de mi (aula, alumnos…) porque si estamos en un centro educativo, posiblemente sea mejor hasta en la forma hablar de nuestro (como en euskera con la casa, que ya lo hemos comentado alguna vez) y que el aula, aunque sea un tesoro, tenga paredes transparentes

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    • Completamente de acuerdo, Iñaki, con el peligro de lo de mi aula. Es claramente nuestra aula con paredes transparentes. Sin embargo, en estos momentos, como siempre estoy en la misma, es que casi la siento como una pertenencia más de mi identidad 🙂 Nos vemos esta tarde (que sepas que estoy nervioso, como cuando entro a clase con un grupo nuevo).
      Mª José, de verdad que los profesores como tú para mí sois mis héroes. Lo vuestro sí que son máscaras de verdad y no las mías. En el mundo de las clases de ELE, en general, la transformación es pequeña porque el alumno suele estudiar porque quiere. Aunque también subo y bajo escaleras (unas cuantas), porque mi aula está lejos de mi departamento 🙂

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  2. Mª José dijo:

    Pues sí , yo también me transformo en el/las aula/as . Hace unos años que pienso que en cada aula tengo que hacer un «teatro» diferente . Yo trabajo con menores y con adultos . En 1º ESO , creo que es donde mejor me encuentro , donde puedo ser mas yo misma . En los demás curos de la ESO y de bachillerato , me encuentro en una sitación diferente , los adolescentes , me transforman … a veces me sacan de quicio , depende del año y en el Ciclo Superior de Restauración , me encuentro con adultos ( bueno , de 19 a 40 ) depende también del año . Cuando hago guardias de pasillo (algo que me horroriza) también me transformo .
    Todo esto , llegó a preocuparme seramente , hace unos años . Ahora asumo que soy yo la que me tengo que adaptar a mis alumnos , soy niña,preadolescente,adolescente,adulta inmadura, adulta madura … e incluso si tengo que impartir clases en un PCPI , como el que tengo este año , con alumnos desmotivados y cargados de odio hacia los profes , el instituto y enfadados con el mundo y la sociedad … pues nueva experiencia , nueva transformación.
    Me gustaría tener mi aula , pero subo y bajo escaleras , abro y cierro puertas con llave …
    No sé yo , si tanta transformación … supongo que podreis entender
    Un saludo cariñoso desde Galicia

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  3. LaMirandolina dijo:

    Yo también soy de las que se pone una máscara al entrar en el aula. Pero no lo hago a propósito: me sale, simplemente. Quizás es un arma de defensa de mi yo más personal ante la exposición pública que supone dar clase a un grupo. De todas formas, esta máscara también me aisla de mis problemas personales. Aquellos días horribles, cuando no tienes ganas de dar clase, la máscara protectora me salva y permite que me olvide de todo y me centre en lo que pasa dentro del aula. Cuando salgo, soy otra. ¿A alguien más le pasa?

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    • Sí, a mí también me sale de forma natural. No es algo que venga tramando por el camino al aula. Creo que estoy de acuerdo contigo cuando dices que es una especie de «defensa de mi yo más personal ante la exposición pública». Y es que yo, en realidad, aunque no lo parezca cuando entro al aula, soy tímido.
      En cuanto a la otra utilidad de la máscara que planteas, creo que fue @pocalise en twitter quien me dejó un comentario parecido al tuyo. Yo a eso lo denominaría la función terapéutica de entrar al aula 🙂

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