Seguro que habéis oído una frase del tipo «la profesión docente es muy vocacional». A decir verdad, probablemente la hayáis dicho más de una vez. Incluso puede que seáis firmes defensores de la misma, porque frases como estas corren como la pólvora, de boca en boca, en nuestra sociedad y se arraigan especialmente entre los propios docentes. Pero, ¿qué es eso de ser un profesor vocacional?
El término vocación siempre me ha parecido que tenía un tufillo sospechoso. De él se desprende que el profesor con vocación viene prácticamente predestinado para serlo y eso le otorga unas características o una destreza especial. Pero, ¿realmente se necesita tener vocación para ser un buen profesor?
Después de unos años como docente, cada vez estoy más convencido de que la vocación cotiza demasiado alto en bolsa. Lo que necesitamos son menos vocaciones y más profesionales, profesores bien formados y conscientes de que la formación no se acaba en la universidad sino que es un proceso continuo que no necesita exclusivamente de entornos formales de aprendizaje. Necesitamos profesores que, trabajando en la enseñanza pública o privada, sean conscientes de que son profesionales de la enseñanza.
Una cosa no quita la otra. Un profesor que dice tener vocación y no continúa formándose tiene como mínimo un exceso de confianza. Incluso si uno piensa que ha dado con el Santo Grial de las metodologías y la suya le funciona, cualquiera sabe la materia que enseña cambia, por los avances científicos, y que los niños también, por los cambios sociales que se producen siempre.
Creo que la vocación es simplemente un buen punto de partida. Que una persona que quiera dedicarse a la enseñanza porque le encanta y no se imagina haciendo otra cosa tienen ventaja sobre los que lo hacen por otro motivo.
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Sí, por supuesto. No digo que ahora vaya a ser malo tener vocación. Pero creo que tenemos que limpiar un poco nuestra profesión de esa especie de misticismo que la rodea, a veces. Y en el caso de la vocación es muy claro.
Necesitamos buenos profesionales. Pero a un buen profesional le puede gustar y disfrutar de su profesión con vocación o sin ella.
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Lo que necesita un profesor es una buena dosis de masoquismo XD
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Eso se merece otra entrada: «El masoquismo cotiza demasiado bajo en educación» 🙂
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